EL MITO DEL REPOSO: Por qué la tendinopatía requiere ejercicio y no inactividad
- María Moragón
- 19 nov
- 3 Min. de lectura
Las tendinopatías son una de las causas más frecuentes de dolor musculoesquelético.
Muchas personas experimentan alivio temporal tras periodos de reposo o terapias pasivas,
pero el dolor suele reaparecer al retomar la actividad. Esto ocurre porque, según la
evidencia científica actual, el reposo prolongado no aborda el problema de fondo: la falta
de capacidad del tendón para tolerar carga.

1. El error histórico: llamar “tendinitis” a todo dolor de tendón
Durante años se asumió que el dolor tendinoso era exclusivamente inflamatorio, motivo por
el cual se recomendaba hielo, antiinflamatorios y descanso.
Hoy se sabe que:
En una tendinopatía, el tendón presenta alteraciones estructurales y celulares,
no solo inflamación.
La inflamación existe, pero es breve y aguda. En fases prolongadas predomina un
tendón debilitado, incapaz de soportar las demandas de la vida diaria o el deporte.
Esto implica que los tratamientos pasivos proporcionan alivios momentáneos, pero no
restauran la capacidad funcional del tejido. Si el tendón no recupera fuerza y tolerancia a la
carga, el dolor reaparece cuando vuelve a usarse.
2. Por qué el dolor vuelve: las tres fases de la tendinopatía
Comprender la evolución natural de la tendinopatía permite ajustar el tratamiento a cada
etapa:
Fase reactiva: surge tras una sobrecarga puntual. El tendón se vuelve muy sensible
y el dolor suele ser intenso.
Fase de desestructuración: el dolor suele disminuir, pero el tendón pierde
organización interna y resistencia. Aunque las molestias no sean constantes, existe
fragilidad funcional.
Fase de degeneración: el dolor se cronifica y aparece rigidez, especialmente
matutina. En esta fase la capacidad de carga está significativamente comprometida.
3. El papel fundamental de la fisioterapia activa
La fisioterapia contemporánea prioriza intervenciones activas que permitan al tendón
recuperar su función. Sus pilares principales son:
1. Valoración funcional: más allá de las imágenes diagnósticas, se analiza la
capacidad de carga global. Debilidades musculares o déficits de control motor
pueden ser la verdadera causa de la sobrecarga del tendón.
2. Educación en dolor: comprender que el dolor es una señal de alarma y no un
indicador de daño estructural grave ayuda a reducir el miedo al movimiento, ya que
el tendón no se rompe por trabajarlo activamente.
3. Gestión de la carga: consiste en ajustar la dosis exacta de ejercicio que estimule la
recuperación sin provocar irritación excesiva.
4. El método de recuperación: la progresión de la carga
La rehabilitación del tendón es un proceso estructurado que avanza de lo básico a lo
específico:
Etapa 1 – Ejercicios isométricos: reducen el dolor y preparan el tendón para
cargas más exigentes.
Etapa 2 – Carga lenta y controlada: ejercicios de fuerza que reorganizan el
colágeno y aumentan la resistencia del tejido.
Etapa 3 – Fuerza específica y retorno a la función: trabajo de potencia, velocidad
y gestos deportivos o cotidianos para que el tendón recupere su capacidad máxima.
Conclusión: los tendones están diseñados para moverse y cargar
El reposo prolongado no restaura la función del tendón y, con frecuencia, perpetúa el
problema. La evidencia muestra que el ejercicio correctamente dosificado es la
intervención más eficaz para recuperar la estructura y la tolerancia a la carga.
En programas de rehabilitación basados en evidencia se prioriza un enfoque activo que
busca devolver al tendón su fortaleza y funcionalidad para prevenir recaídas y recuperar la
actividad con seguridad.




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